Las cenizas de casi mil víctimas de la covid-19 reposan imperturbables en una colina de la Reserva Natural El Pajonal de Cogua, a 70 kilómetros de Bogotá, donde han sido sembrados en su memoria 3.000 árboles que dan vida al Páramo de Guerrero, el más destruido de Colombia.
Hasta allí, en lo más alto de la reserva, a 3.400 metros sobre el nivel del mar, camina sin ningún asomo de fatiga Carlos Eduardo Gutiérrez para sembrar, junto a cuatro árboles, las cenizas de su esposa María Emilse Rodríguez, fallecida a los 64 años el pasado 20 de mayo por covid-19.
Se despide de ella lejos del ambiente lúgubre de los cementerios. Toma aliento, empuña una pala sin perder su semblante sereno y empieza a remover la tierra negra, espesa y húmeda en la que esparce sus cenizas.
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