Por Balbueno Medina
La dirigencia política envuelta en el proceso de transición que vive nuestro país, después de las elecciones del pasado 5 de julio, ha demostrado una madurez que ha dejado perpleja a la sociedad dominicana en sentido general.
La interacción que han tenido los funcionarios entrantes y los salientes del Estado, de acuerdo a las impresiones que han dado al país, han sido auspiciadoras de un clima de estabilidad social y política, como nunca antes habíamos vivido los dominicanos.
Salvo algunas medidas que se han estado tomando en los últimos días, que han provocado la repulsa de algunos sectores, las noticias que los funcionarios han divulgado a la nación han sido de aliento en medio de las inquietudes que nos ha estado produciendo el auge de la pandemia Covid-19.
Abogamos porque el gobierno sea prudente en las medidas que le quedan por tomar de aquí al 16 de agosto cuando concluya el mandato del presidente Danilo Medina, para que ese clima del cual se ha beneficiado el país no termine resquebrajado y se afecten las relaciones armónicas han exhibido los que entran y los que se van del tren gubernamental.
Los niveles de compromisos que tiene el Estado dominicano con la elevada deuda pública que ha acumulado y la caída de ingresos por los efectos que ha producido el Covid-|9 en los principales renglones de la economía nacional, aconsejan que el país acoja lo que ha sugerido la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), “la firma de un pacto político y social”, que garantice la estabilidad social y política de nuestra nación.
En tanto que eso, estamos conscientes, que solo se podría mantener cuando tanto la oposición como las nuevas autoridades que asumirán el control del Estado dominicano el próximo 16 de agosto, logren mantener el nivel de armonía que iniciaron con la transición y que muy buena señal ha dado a los demás poderes facticos del país.
De igual manera, en modo alguno, ese entendimiento que debe prevalecer entre la clase política a gran escala de la Republica Dominicana, debe ser empeñada con las revisiones que deberá hacer el próximo gobierno de recientes medidas que adoptadas por el Poder Ejecutivo, como los ascensos en las Fuerzas Armadas y el otorgamiento de un nuevo Aeropuerto en Bávaro, a menos de 22 kilómetros del Aeropuerto Internacional de Punta Cana, lo mismo que de otros asuntos que han quedado pendientes de conocimientos por parte de la justicia, como es el caso de la Odebrecht y la denuncia contra el ex candidato presidencial del PLD, Gonzalo Castillo.
Por suerte, que los aportes que ha venido haciendo el presidente electo Luis Abinader, en cuanto a las designaciones que ha hecho de figuras prestantes que le acompañarán en su gestión gubernamental, también se han convertido en una real garantía de que el Estado dominicano será manejado con la debida transparencia y la eficiencia que tanto ha anhelado en toda su historia.
Las señales que ha dado el nuevo gobernante que estrenaremos a partir del próximo mes, con los nombramientos de personas como la doctora Milagros Ortiz Bosch, en la Comisión de Ética e Integridad Pública, el ingeniero Deligne Ascención, en el Ministerio de Obras Públicas, Chu Vásquez, en el Ministerio de Interior y Policía, así como los que han sido mencionados para el equipo económico, indican que el primer presidente que el PRM le dará al país, se preparó desde hace mucho tiempo para dirigir sus destinos y producir los cambios que prometió al electorado nacional.
Por esas y otras razones, el país político y los actores económicos y poderes facticos de la nación, están en la obligación de conceder el plazo de tregua requerido y necesario de más de cien días, al nuevo presidente de la República, para que pueda llevar a cabo las urgentes tareas de enrumbar el Estado dominicano por el sendero que ha demandado desde hace años y no pretender ponerle una camisa de fuerzas con exigencias y plazos que lucen desesperados ante el momento que vive el país y que serán de la responsabilidad absoluta del Ministerio Publico que nos daremos a partir del 16 de agosto.
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